viernes, 6 de marzo de 2009

El borde de los sueños


Si es "si", y no es "no". Simple, conciso e indubitable. Incluso cuando apoyada en el marco de la puerta me sonreía, se notaba esa franqueza propia de la juventud. Eso me hizo reflexionar en que cuando uno crece y va llenándose de sabiduría, va perdiendo a la vez el desenfado y la simpleza. Entonces "si" se torna más condicional, y "no" está asociado a un sinfín de reflexiones. Sonrió. Su cuerpo en la mortecina luz del cuarto parecía dibujado prolijamente al carboncillo, era una imagen onírica, si era un sueño no quería despertar. Su seguridad me impresionaba y a la vez me excitaba. Se llevó un dedo a la boca, lo humedeció y luego la mano completa se perdió en sus bragas. Dejó escapar un leve gemido, yo miraba sus ojos entrecerrados, sus largas pestañas, su cabello suelto, revuelto. El fuego me consumía, podía percibir en el aire el perfume de su excitación, de la mía. Fuí hacia ella como un viento de tormenta. Mis manos se volvieron herramientas. Besé tiernamente su frente mientras acariciaba su nuca, besé luego su cuello, sus hombros, mi diestra encontró su mano mientras entre los dos dejamos que sus jeans cayeran al suelo, luego sus bragas. Besé su ombligo, sus caderas. Una de sus manos me tomó del pelo, mientras mi lengua hurgaba entre sus dedos, bañados de su jugo, ella separó aun más las piernas. La presión de su mano en mi cabeza, la intensidad de sus gemidos y las contracciones involuntarias de su sexo avisaban con natural certeza la llegada del primero. El segundo sería el mío, y el tercero de los dos. Observé su cuerpo a la luz plomiza de la luna, acaricié sus cabellos y su espalda hasta que quedó profundamente dormida, satisfecha, llena. Luego encendí un cigarrillo, y recostado en aquella cama observé como el humo se elevaba informe hacia el techo oscuro. Cuando crecemos, contracturamos lo simple, y entonces lo simple nos trastorna, disloca nuestros preceptos, y luego, muy cerca de terminar la jornada, nos damos cuenta de que al fin y al cabo de esa simpleza están compuestos los colores de esta vida. ¿Pero cómo volver atrás?-¿No te duermes? - me interrumpió sonriendo, asomada sobre la almohada. Admiré un instante la belleza de sus rasgos, mientras la respuesta salía de mi boca como si tuviese vida propia, así como el humo blanquecino que la acompañó.- No, mi dulzura, no me duermo porque temo despertar. Entonces me di cuenta de que salvo excepcionales regalos del destino, cuando somos adultos, nos conformamos tan solo con acariciar el fino borde de los sueños.

4 comentarios:

almadeangel dijo...

Me encanto poder tocar ese borde de los sueños...no siempre se puede.
gracias por tu visita muakuuussss

kaisser dijo...

Placentera noche que acaricia el fino borde de los sueños... exquisito relato

Un abrazo

Anónimo dijo...

me indentifico con este escrito melancólico y poético...

tantas veces he sentido la misma distancia fría que tu describes.

incluso los recuerdos felices los embalo en plástico de burbujas y los almaceno en algún rincón oscuro de mi mente. me amargan pensar en ellas, me desangro lentamente.

Lolita y El Profesor dijo...

Profundo, poético, tierno, excitante, erótico y de muy buen gusto. Tanto en texto, como en imagen.
Mis respetos, El axe.

El Profesor

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